piątek, 24 czerwca 2016

Una mañana llena de olores.

               Un aroma delicioso y fresco me da en la nariz cada mañana cuando despierto en nuestra cama. Aunque él se levanta más temprano, siempre deja entre las sábanas un olor suave y sabroso de su crema corporal. Al pensar en paladear el gustoso té que me prepara al levantarme, salto de la cama y me dirijo corriendo a la cocina. Su fragancia, aquel olor agradable y suave que desprende al acercarse hacia mi, olor a jabón, su perfume caro, es para mí como una golosina soñada para un goloso. Así como la gente que peca de gula come mucho, no por tener hambre, sino por el placer de comer quiero abrazarlo para poder saborear su dulzor, para nada nauseabundo, no por necesidad, sino de muchas ansias. Nunca antes había catado labios tan endulzados. El amor azucara cada beso de pareja. Un beso, un abrazo, una mirada, o cualquier otra cosa, ya nada es insípido, ni insulso. Lo único amargo es el café que se olfatea de la otra habitación de nuestro piso. Primero percibimos el ruido del hervidor de agua, es Kasia preparándose su bebida energética para poder existir con dignidad. Al oirnos en la cocina, se asoma por un poco de leche de la nevera. Yo, la fanática de té, odio el café, no puedo aguantar su hedor. ¡Es que apesta! Mi compañera de piso se relame con cada sorbo, aunque un poco agrio y amargo, lo considera delicioso. Mi Joaquín comparte su pasión, sin embargo, no sin unas cuantas correcciones. Lo principal es endulcorar. De esta manera, de ácida la bebida se transforma en empalagosa, si o si, sigue con la misma fetidez. Me alegro de no compartir gustos con mi amiga y mi novio, así nunca nos robaremos nada.



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